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Lo que te enseña el tiempo

 Yo me he vuelto ese usuario tóxico en este lugar que solamente entra cuando tiene algo atracado y necesita desahogarse porque ese "algo" ha estado en su cabeza like literally ALL THE DAY. Empecemos yendo al grano y, les adelanto, que lo que van a leer es algo personal y puede resultar aburrido para aquel que no quiere ninguna lección lo vida (que probablemente sí llegue a haber una lección de vida solo que no lo sé porque aún no termino de escribir). También quiero resaltar que este es el primer post que no planeo, que está saliendo de la voz medio rara que habla en mi cabeza y que estoy tratando de controlar mis dedos porque no entiendo cómo pueden escribir pensamientos a esta velocidad. En fin, sin más preámbulos, a lo que venía:

No les pasa que en su familia existen esas tías que son más fuertes que el árbol enorme en medio del parque? Toda su vida las has visto atravesar situaciones extremadamente lamentables, fuertes, pero ahí están, bien paradas y con la frente en alto para seguir. Esas tías de las cuales en algún momento supimos que un marido casi la mata a golpes, la tía que no deja que cualquiera la pisotee porque "de un carajazo nada más yo le regreso la huevada", la que con una sola mirada ponía en fila a todos sus hijos, la que no sabemos dónde pero logra hacer que veinte personas coman cuando en la mesa solo hay cuatro panes y medio. Esas tías. En mi familia siempre existieron un cuuuuulo de esas tías, por ambos lados. Cuando fallecía un familiar por parte de ellas, siempre estaban en movimiento. Siempre de pie, ahí, estables, firmes. Los ojos chiquitos de las lágrimas, las caras de no haberla pasado bien, pero ellas ahí frente a todo y recuperándose con el tiempo. Lo mismo pasaba cuando había un problema de extremo calibre en su entorno: de un carajazo, quinientas cachetadas y un gritón, arreglaban o estabilizaban el problema. Recuerdo perfectamente que la frase "tener los pantalones cuando piensan que debes llevar falda" la aprendí gracias a ellas y a ese talento increíble para sobrellevar situaciones de las cuales yo, personalmente, me habría hecho bolita y nunca habría sabido qué hacer. Lo más curioso de todo es que mis primas también son así. Anda sácales la vuelta, te sacan la mierda cuando siquiera lo pensaste. Recuerdo, también, que con el pasar de los años yo siempre pensé que en algún momento de mi vida tendría que ocupar el lugar de ellas y ser el tronco en diversas ocasiones como ellas lo fueron en algún momento, pero que ese tiempo quizás estaría lejos, leeeeejos (cosas que pensaba como a los dieciocho años). A veces ese "leeeeeeeejos" llega cuando menos te lo esperas.

Desde que inició la pandemia me di cuenta que yo tenía que comenzar a asumir ciertos roles en mi familia, porque si no apoyaba en lo económico por el momento porque el bendito virus me dejó sin trabajo, algo tenía que hacer, entonces dije "soporte emocional/enfermera/courier/loquemierdasea". Pero yo decía "csm, pero es que no siento que tenga tanta respondabilidad". Ya, ctm, pobrecita. Desde mi cumpleaños mi labor en mi casa pasó de ser "la que estudia y vive y respira y come" a ser la encargada de darle el medicamento a la abuela en sus horas, la encargada de cocinar, de llamar a la familia cuando alguno de los abuelos se ponía mal, ver de dónde sacaba porque no iba a andar pidiendo a todos lados, ir a comprar, conseguir lo que me pedía, recoger medicinas, lavar los platos, limpiar los baños y mi cuarto, ah y de mantener a todos en un peso saludable. Pasé de estar rascándome la panza 24/7 a ser nana/centro de salud/centro de entretenimiento/fumigación/entre otros a tiempo completo, sin paga, vacaciones o feriados (también que con esta pandemia una para qué mierda quiere vacaciones). Pero nada de eso se compara a lo que me tocó experimentar hoy.

Verán, desde hace unos días, las 10 de la mañana, son realmente LAS DIEZ DE LA MADRUGADA, es decir que es poco probable que responda el teléfono a esa hora, así pase lo que esté pasando. Increíblemente mi sueño decidió ser tan ligero como yo cuando era flaca y el teléfono me despertó: llamada. Yo pensaba que sería algo light como "oye, cómo están", "va a llegar un paquete, por favor, recíbelo y me avisas para mandarte el motorizado", entre esos anuncios. La llamada comenzó preguntándome por mi mamá, yo dije que no sabía nada. En seco recibí la noticia "tu tía acaba de fallecer". Muda. Dije que avisaría. En shock me puse un short (porque verano:dormir calata) y fui a buscar a mi hermana. Me paré fría delante de ella para decirle que busquemos a mi mamá. Entramos a su cuarto, le di la noticia. Se desmoronó. Luego darle la misma noticia a mi abuela, a mi abuelo. Mi reacción era tratar de generar calma cuando por dentro también quería llorar porque no aguantaba ni asimilaba lo que pasaba. Mi papel fue de enderezar a algunos, hacerlos que respiren, tomen agua y que mi mamá no choque yendo a la clínica porque mis abuelos tenían cita. Las hermanas de esta tía, sí las tías robles de las que hablé, se reunirían aquí en la casa para hablar de ello. Entonces comenzó mi preparación mental para todo lo que tendría que afrontar porque la pandemia no te deja dar ese pésame que tanto quieres a alguien y yo no soy un muy buen soporte que digamos. Para poder resumir todo: me tocó cumplir el papel de mis tías robles en menos de un día. Desde ver que estuviesen estables, darles algo que comer, intentar distraerlas, darles agua, gaseosa, café, lo que fuese necesario para ayudarlas a pasar el momento. Yo solo las miraba deshechas. No eran el roble que yo conocía. Ahora mi hermana y yo éramos el roble y ellas necesitaban ese apoyo. A esta hora del día, ya de noche, siento ese agotamiento mental y físico que probablemente ellas pasaron en diversos momentos de su vida y que yo siempre miré por fuera. Ese sentimiento de también querer llorar y no poder porque alguien tiene que ser fuerte, de que por más que haya fin del mundo todos tienen que comer, de no sentir los pies, de querer pensar que todo es solo un pequeño sueño y que ya va a pasar. Comencé a sentir ese peso en mi cuello y en mis hombros, luego en mis ojos. 

Y así es como me di cuenta que yo tenía otro rol y que me tocaba vivir experiencias desde otra perspectiva. Me di un tiempo para escribir esto, con unas ojeras hasta el piso, con un horrible dolor en los hombros y los pies, con la cabeza explotando y aún confundida con todo lo que pasó. Recuerden que en algún momento de sus vidas, ustedes serán ese roble para aquellos que siempre lo fueron. No sé qué más decir.

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